El empleo de fungicidas debe integrarse en un programa de gestión integrada de enfermedades, que incluya medidas culturales, selección de variedades resistentes, rotación de cultivos y monitoreo fitopatológico. La aplicación de estos productos debe basarse en criterios técnicos, considerando factores como la sensibilidad del cultivo, la presencia de condiciones predisponentes (humedad, temperatura), y el historial sanitario de la parcela.
La rotación de materias activas con diferentes modos de acción es una práctica clave para evitar la aparición de resistencias, un fenómeno que puede reducir significativamente la eficacia de los tratamientos y limitar las opciones de control a largo plazo.